Hemos de amarle, como María; con un amor virgen, íntegro, sin jirones ni apegos. Con un amor que manifieste una actuación también virgen, pura, y una intención virginal en nuestros deseos.
Madre Mercedes de Jesús,  Monja de la Orden de la Inmaculada Concepción.  1935-2004
La Creación




Monasterio de la Inmaculada
y de Santa Beatriz
Monjas Concepcionistas O.I.C.

Calle Virgen 66
13600 Alcázar de San Juan
(Ciudad Real)
España

Telf.: 926 540 009
Llamadas de 9 a 13 h.

Horarios de celebraciones
en el Monasterio


SANTA MISA

Invierno :

De Lunes a Viernes
A las 9:00 h.

Sábados, Domingos y festivos
A las 18:00 h.

Verano :

Todos los días a las 19:00 h.






Tiempos Litúrgicos


Fiestas del Tiempo OrdinarioAdvientoNavidadCuaresmaPascua

Tiempo de Pascua


1 Resurgiendo de la tumba, Jesús lo transformó todo. Si miramos las cosas desde el fondo del corazón a la luz de la resurrección toda la creación se nos manifiesta radiante: los árboles, los pájaros, el aire, la luz, todo nos habla de Dios, de su amor y misericordia, de su designio salvador sobre el hombre que apunta a la transformación en él. Por eso hoy le damos gracias delante de los ángeles y cantamos los salmos a su Nombre, de todo corazón.

2 La noche de la resurrección de Cristo se volvió clara como el día. El salmo 138 leído en clave de resurrección es sumamente sugestivo. Toda la creación, el cielo, la aurora, el abismo, el mar, la tiniebla, todo se convierte en un abrazo divino lleno de luz que lo abarca todo, lo penetra todo, vivificando con su presencia nuestro caminar hacia él. ¡Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es su conjunto! Mira si mi camino se desvía, guíame por el camino de tu luz eterna, de tu resurrección, le decimos confiadamente mientras le alabamos esta tarde con los salmos.

3 Esta tarde la liturgia de los salmos nos lleva al encuentro del Cristo glorioso que nos dio la victoria sobre el mal, encuentro Pascual, encuentro de amor y de vida resucitada. Cristo Vencedor completa su obra haciéndose compañero nuestro, convirtiéndose en bienhechor, en alcázar, en baluarte donde el hombre se pone a salvo, porque después del pecado no era bueno que el hombre continuase caído, derrotado. Por eso hoy cantamos un cántico nuevo a nuestro Redentor resucitado, que nos lleva con él al seno del Padre.

4 La resurrección de Cristo ha rasgado el cielo para el hombre y lo ha puesto en sus manos. Sí, porque tanto amó Dios al mundo, que nos entregó a su Hijo único. Porque es grande el Señor y merece toda alabanza; porque es grande su amor y su bondad con todas sus criaturas, esta tarde le aclamamos: Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, todo honor y gloria, toda alabanza y amor de los hombres por los siglos de los siglos.

5 Cristo, Mesías, Rey y Sacerdote es nuestra Pascua, es decir, es nuestro paso de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios, es nuestro paso de la tierra al cielo. Porque él, nuestra Cabeza, está sentado ya a la derecha de Dios intercediendo por nosotros sus miembros. Por ello cantamos esta tarde el aleluya de los salvados y damos gracias a nuestro Dios por el amor con que nos amó.

6 La resurrección de Cristo fue el momento en el que la real vestidura de la gloria de Dios recubrió nuestra naturaleza mortal herida por el pecado. ¿Cómo no acogernos a él? ¿Por qué temer, si él ha vencido al mundo? Con su gracia habitamos en el monte santo cantando salmos a su gloria y santidad, deseando recubrirnos de su santidad, contemplar su rostro, vivir por él y para él.



    Resurrección    
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   Solemnidad de La Ascención    
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    Solemnidad de Pentecostés    
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    Solemnidad de Pentecostés    

Ven a mí, Espíritu Santo,
Espíritu de sabiduría:
dame mirada y oído interior
para que no me apegue a las cosas materiales,
sino que busque siempre las realidades del Espíritu.
Ven a mí, Espíritu Santo,
Espíritu de amor:
haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad.
Ven a mí, Espíritu Santo,
Espíritu de verdad:
concédeme llegar al conocimiento
de la verdad en toda su plenitud.
Ven a mí, Espíritu Santo,
agua viva que lanza a la vida eterna:
concédeme la gracia de llegar a contemplar
el rostro del Padre en la vida
y en la alegría sin fin. Amén.





    Santísima Trinidad    

En la Persona del Padre celebramos el triunfo, al fin, de su proyecto como Creador nuestro, salvado por Cristo. En la Persona del Hijo celebramos el triunfo de su redención, lograda en la multitud incontable de salvados. Y en la Persona del Espíritu Santo celebramos el triunfo de su acción santificadora, primero en María Inmaculada, nuestra Madre, la “llena de gracia”, y después, en tantos santos, los cuales, a pesar del pecado, se esforzaron por mantenerse fieles a su acción santificante hasta escalar las cumbres de la santidad.





Corpus Christi

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